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Inteligencia emocional para mejorar nuestro bienestar

Inteligencia emocional para mejorar nuestro bienestar

La inteligencia emocional es la capacidad de entender y gestionar nuestras emociones y comprender las de los demás, pudiendo establecer relaciones sanas con otras personas. 

En este artículo descubrirás cómo desarrollar la inteligencia emocional y algunas de sus manifestaciones.

Las distintas formas de inteligencia emocional 

Autores como Salovey y Mayer, Goleman y Bar-On han establecido diferentes modelos sobre la inteligencia emocional, en los cuales se explican sus diferentes formas. Algunas expresiones de la inteligencia emocional son las siguientes:

  • Identificación emocional: es una de las habilidades que se aprende antes, normalmente en el período infantil. No obstante, a medida que los niños crecen van ampliando el vocabulario emocional, pudiendo nombrar e identificar más emociones.

Las emociones básicas son la alegría, la tristeza, el miedo, la rabia, la sorpresa y el asco. A medida que crecemos y nos desarrollamos podemos nombrar más emociones y discernir entre la intensidad de dos emociones iguales. ¿Cuántas emociones puedes nombrar tú?

  • Regulación emocional: es la capacidad para regular y apaciguar nuestras emociones. Para poder regularlas, primero debemos conocerlas e identificarlas.
  • Autocontrol: está ligado también a la regulación emocional, puesto que nos permite parar y controlar la consecuencia de la emoción, es decir, nuestros actos. 

Autocontrolar las propias emociones

Controlar las emociones es muy difícil, por no decir imposible, puesto que no depende demasiado de nosotros mismos sentir una emoción u otra ante una situación. Las emociones se disparan en nuestro cerebro y las sentimos, pero podemos tener la capacidad de regularlas y de controlar la acción que la emoción nos pide que hagamos. Por ejemplo, al sentir rabia podemos querer romper cosas o quedarnos en la cama cuando estamos tristes, pero el autocontrol y la regulación emocional trabajan juntos para establecer conductas alternativas a las que nos piden nuestras emociones. 

  • Flexibilidad: es la capacidad de tolerar los cambios y adaptarnos a ellos de forma funcional, es decir, adaptar nuestra conducta para que el cambio nos resulte lo menos dañino posible.
  • Empatía: es la capacidad de poder entender las emociones, pensamientos y actitudes de otras personas. Esto no implica compartir lo que la otra persona siente, piensa o hace, pero sí ponerse en el lugar del otro para poder comprender por qué ha actuado o se ha sentido de una manera determinada.  
  • Motivación: se trata del proceso que inicia, guía y mantiene las conductas orientadas a lograr un objetivo o a satisfacer una necesidad. Es lo que nos permite seguir adelante incluso en las situaciones más difíciles. 
  • Habilidades sociales: no se trata de una capacidad en sí, sino de un conjunto de habilidades que nos permiten relacionarnos adaptativamente con los demás. Las habilidades sociales están estrechamente ligadas con la inteligencia emocional, pero son conceptos distintos y que se pueden trabajar de forma conjunta o por separado. 

Entrenando la Inteligencia Emocional

La inteligencia emocional se desarrolla con el tiempo, puede cambiar a lo largo de la vida y se puede mejorar con entrenamiento. ¿Cómo podemos dar un empujón a nuestra inteligencia emocional?

  • Autoconocimiento: el primer paso es conocernos para saber cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles y así poder decidir en qué aspectos nos gustaría mejorar. 
  • Aceptación. A veces sentimos la necesidad de reprimir las emociones, incluso a veces puede que lo hagas sin darte cuenta. Reprimir las emociones es malo para la salud mental, debemos aprender a aceptarlas y trabajarlas. Es inevitable sentir emociones desagradables a veces, somos humanos y somos capaces de experimentar emociones varias. Es importante recordar que no existen las emociones negativas: cada emoción tiene su función, y que no nos guste sentirlas no significa que sean malas. 
  • Pregúntate cuáles son las causas de tus emociones. En muchas ocasiones sabemos identificar fácilmente el desencadenante de una emoción, como por ejemplo cuando estamos contentos al celebrar algo o cuando nos sentimos tristes por una pérdida, pero en otras muchas ocasiones podemos no saber qué es exactamente el causante de esa emoción. Reflexionar y poder identificar la causa nos permitirá conocernos mejor y poder actuar para cambiar aquello que nos ha molestado o guiar nuestra acción a las cosas que deseamos. 
  • ¿Qué estrategias tienes para regular tus emociones? Cada uno tiene las suyas. Coge papel y lápiz y apunta qué es lo que te ayuda cuando te sientes triste, cuando estás enfadado, cuando te sientes abrumado… Pregunta a amigos y familiares qué es lo que les ayuda para obtener ideas. Hablar de las emociones tiene que dejar de darnos vergüenza. 
  • Expresa tus emociones. Las emociones deben expresarse, porque sino se pueden quedar enquistadas en nuestro cerebro y cuerpo. Se debe intentar siempre expresar de forma asertiva y adecuada. Cuando sientas ganas de llorar, llora. Cuando estés feliz, que no te de miedo expresarlo. Cuando sientas rabia, intenta solucionar el problema que ha causado tu enfado. 
  • Trabaja tu asertividad. Para expresarnos de forma respetuosa con los demás siendo a la vez fieles con nosotros mismos, debemos aprender a ser asertivos. Es lógico que no siempre podremos serlo, incluso una persona que es asertiva tiene momentos de comunicación pasiva y otros de comunicación agresiva. Algunos tips para ser más asertivo en tus relaciones:
  • No te quedes callado cuando alguien te trate mal. Intenta comunicar de forma respetuosa cómo te has sentido y marca límites sobre cómo los demás pueden dirigirse a ti.
  • Si estás muy enfadado con alguien, espera un poco e intenta solucionar el conflicto cuando no estés en caliente. Cuando las emociones bajan, podemos ver la situación desde otra perspectiva. 
  • Aprende a decir no. Si algo no te apetece, no tienes por qué hacerlo. No lo hagas para complacer o quedar bien con los demás. 
  • Escucha a los demás cuando hablan y hazte escuchar. Puede que tengas mucho que decir, así como las otras personas. Escuchando con atención podemos conocer mejor a los demás, así como sus necesidades y limitaciones. 
  • Establece tus metas. Coge papel y lápiz. ¿Qué metas te propones para el siguiente mes? ¿Y para de aquí un año? ¿Y dentro de cinco años? Mira dentro de ti, establece objetivos y marca un plan de acción para llegar a ellos. ¡Y celebra tus logros, por pequeños que sean!

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Acerca del autor:

Maria Mallol
Psicóloga. Máster en Sexología Clínica y Terapia de parejas y Máster en Psicología Clínica Infantojuvenil (ISEP). Reeducadora psicopedagógica.

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