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Experimentar emociones versus dejarse llevar por ellas

Experimentar emociones versus dejarse llevar por ellas

¿Por qué y para qué existen las emociones?

Puede afirmarse que las emociones no han tenido muy buena prensa tradicionalmente, puesto que este tipo de fenómeno se ha considerado durante siglos mucho menos relevante que la razón.

Afortunadamente, Daniel Goleman dio un giro en la década de los noventa a esta concepción y colocó en un plano mucho más central el papel que desempeñan las emociones en el ser humano y, por ende, lo relevante que resulta entrenar la capacidad de inteligencia emocional como factor potenciador del bienestar y éxito individual. Con este cambio de paradigma, las investigaciones empezaron a profundizar en el conocimiento de las emociones y en cómo éstas influyen en procesos superiores cognitivos. Un ejemplo de ello sería el caso de la curiosidad y el asombro, ya que ambas tienen un papel vital en la motivación, y a su vez esta es un elemento fundamental en el aprendizaje. Así, numerosos estudios han demostrado que se tiende a retener mejor en la memoria la información que se encuentra vinculada a algún aspecto emocional y ello es sustancial para la toma de decisiones eficaz.

¿Qué funciones tienen las emociones?

En las últimas décadas se ha establecido un claro consenso científico sobre la esencial función de las emociones. Así, los expertos afirman que, cada una de las seis emociones básicas representa una función específica comunicativa, a saber:

  • La alegría se experimenta como forma de compartir y estrechar vínculos.
  • La rabia es útil para reafirmarse o defenderse ante una injusticia.
  • La tristeza se vincula con la interiorización de una pérdida.
  • El miedo comunica la presencia de un peligro o amenaza potencial.
  • La sorpresa despierta el sentido de alerta ante información inesperada.
  • El asco o rechazo activa la protección física o emocional del individuo.
Sin embargo, en el ámbito práctico cotidiano todavía existe una resistencia importante a normalizar la experiencia de las emociones como un fenómeno, no solo natural o inevitable, sino también como una reacción necesaria para la supervivencia y preservación del individuo.

Problemas de regulación de las emociones

Usualmente, un volumen elevado de consultas psicológicas de la población actual hacen referencia a una insuficiente capacidad para identificar, regular y expresar adecuadamente las emociones y los sentimientos. En algunos casos por exceso, en los que la persona se deja llevar por las emociones (ausencia de regulación) y en otros por defecto, por lo cual se tiende a reprimir la respuesta emocional (ausencia de identificación y/o expresión) se observa una gestión ineficaz basada en actitudes extremas.

Uno de los objetivos de terapia psicológica que con más frecuencia se trabaja en consulta, hace referencia a encontrar un término medio que facilite a la persona darse el permiso de experimentar una emoción, a identificarla y a determinar su origen y, finalmente, a aprender a canalizarla adecuadamente.

Este tipo de problemática de regulación emocional se suele dar sobre todo ante la experiencia de las emociones denominadas desagradables (que no negativas puesto que todas tienen una utilidad asignada). Así, puede ser menos frecuente reprimir la alegría, ya que se trata de una emoción agradable (hay gusto por sentirla) que reprimir el miedo, la ira o la tristeza. Ello puede ser debido a diferentes causas como ausencia de modelos de referencia adecuados, estilos parentales educativos autoritarios y/o fríos emocionalmente, etc., aunque también existe una causa que hace referencia a cómo está configurado el sistema de creencias de la persona.

La realidad en consulta

En la práctica clínica, un fenómeno que se da con asiduidad es la equiparación establecida entre la respuesta de llanto y una concepción negativa personal de debilidad, de escasa fortaleza psicológica. En el extremo opuesto, otro sesgo frecuente es entender como equivalente las reacciones impulsivas de ira descontrolada con “tener carácter”, con “ser una persona fuerte”, etc. Nada más lejos de la realidad. Según la clasificación de los estilos comportamentales la represión emocional se correspondería con un perfil pasivo, mientras que la explosión emocional sería característica de un estilo agresivo. Tanto uno como otro presentan consecuencias nocivas en el establecimiento y mantenimientos de vínculos interpersonales satisfactorios;  por contra, un funcionamiento asertivo parece tener más beneficios psicológicos puesto que al darse mayor expresividad emocional, los individuos gozan de un mayor nivel de comprensión mutua y de capacidad para superar potenciales diferencias o conflictos interpersonales.

El derecho a experimentar las emociones

En base a lo expuesto, una adecuada gestión emocional debe pasar por reconocer dicha emoción experiencia necesaria, la cual está comunicando información importante que debe ser atendida y escuchada. Como proceso inevitable, las emociones se acaban exteriorizando de alguna forma; esta se efectuará con mayor probabilidad de manera descontrolada debido a la acumulación de tensión y malestar, y estos son consecuencias de reprimir dichos sentimientos.

Un estilo más regulado conlleva la aceptación del derecho a sentir tal proceso emocional, en un primer término, y a permitirse darse el tiempo necesario para que la intensidad de la emoción pueda estabilizarse y gestionarse más eficazmente, en un momento posterior.

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Acerca del autor:

Elisabet Rodríguez Camón
Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Especializada en Psicología Clínica mediante la titulación de Posgrado en Actualización en Psicología Clínica y Máster en Psicología General Sanitaria. Especializada en Psicopedagogía mediante la titulación de Máster en Psicopedagogía Clínica. Responsable de ELISABET RODRÍGUEZ – PSICOLOGIA I PSICOPEDAGOGIA (Granollers). Psicóloga General Sanitaria en población infantojuvenil y en adultos. Psicopedagoga. Redactora especializada en psicología y psicopedagogía en diversas publicaciones digitales.

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